Por Marco Antonio Mönge Arévalo
Juan Manuel Peralta, un guerrerense nativo de Huamuxtitlán y radicado en Nueva York, nunca imaginó que el 26 de mayo de 2005, el New York Times —considerado el diario más influyente e importante de Estados Unidos—, le dedicara un extenso reportaje; mucho menos que éste fuese la nota principal de ese día.
El reportaje titulado 15 Years on the Bottom Rung—15 años en el peldaño de abajo—, escrito por Anthony DePalma, da cuenta de las diferencias que existen entre los migrantes europeos y los latinoamericanos, los compara al extremo, y trata de comprobar que los mexicanos que radican en Estados Unidos no podrán ascender social y económicamente. Es decir que los mexicanos tienden a quedarse varados en lo que califica como "una subclase permanente entre los no—calificados y los sin educación".
Peralta no tenía idea de que sería escogido para ser una especie de conejillo de indias para el reportero del Times; la probabilidad era casi imposible ya que habita en una ciudad que tiene el número más alto de inmigrantes extranjeros: casi 3 millones de poco más de 8 millones. Además de que según cifras del censo estadunidense del 2000, habitaban 186 mil 872 mexicanos en Nueva Cork, aunque se calcula que el número actual es mucho más alto pues el Consulado Mexicano en Nueva York ha emitido más de 500 mil Matrículas Consulares (credencial que identifican al portador como ciudadano mexicano en el extranjero) desde 2001.
Un oaxaqueño y otro guerrerense de Zihuatanejo quedaron en la lista de espera y en su lugar entró Juan Manuel Peralta, quien tuvo la fortuna de que su fotografía apareciera en la portada del Times en casi todo el mundo.
El experimento
Según el reporte del Times Juan Manuel Peralta y John Zannikos —el primero, mexicano, cocinero del 3 Guys (un restaurante que la guía Zagat llamara alguna vez "la cafetería más cara de Nueva York"), y el segundo, griego, uno de los tres propietarios del mismo restaurante—, llegaron a Nueva York, con las mismas probabilidades de superación.
El reportero describe a Juan Manuel Peralta como el migrante que no logró hacer realidad el sueño americano.
"Peralta llegó a Nueva York 40 años después que Zannikos, los dos compartían inicios extraordinariamente similares. Llegaron a la misma edad a la misma sección de la ciudad de Nueva York, sin documentos legales y sin hablar más que unas palabras de inglés. Los dos soñaban con una vida mejor. Pero enormes cambios en la economía y en las actitudes hacia los inmigrantes hacen menos probable que Peralta y sus hijos pasen por la misma movilidad ascendente que Zannikos y su familia", escribió Anthony DePalma. Lo que le hizo falta a DePalma fue mencionar que John en español también significa Juan.
DePalma afirma que los mexicanos actualmente están descubriendo que el sueño americano es mucho más elusivo de lo que fue para Zannikos, y que corren el riesgo de estancarse en una subclase permanente entre los pobres, los no—calificados y los sin educación.
La hipótesis de DePalma es que el flujo migratorio es "un problema por sí mismo". Es decir, hay una creciente ola de trabajadores, lo cual significa que los sueldos irán a la baja, y "si alguien avanza, otro —o quizás dos o tres— ocuparán su lugar.
Los griegos no han llegado nunca en grandes números a Estados Unidos —el censo de 2000 contó 29 mil 805 neoyorquinos nacidos en Grecia—, pero tendieron a asentarse en unas pocas áreas, como la sección de Astoria, de Queens, que se transformaron en comunidades unidas dispuestas a ayudar a los recién llegados.
Pero lo que no se menciona en el reporte del Times es que no sólo la gran afluencia de mexicanos que llegan a Nueva York tiene que ver con que la mayoría de ellos no pueda alcanzar un desarrollo económico admirable, pues generalmente los migrantes mexicanos no rompen el vínculo con sus familias y envía remesas que oscilan entre los 300 y 500 dólares mensuales (no es el caso de Peralta, quien cada mes o dos meses manda sólo de ..:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" />50 a 100 dólares), lo cual les genera un desgaste económico.
Inocencio Peralta, padre de Juan Manuel, sin saberlo da otra pauta para analizar el caso.
Según él, su hijo desde que vivió en Guerrero no supo administrar su dinero. Ése es el caso de muchos mexicanos que viven en Estados Unidos, que no tienden a ahorrar dinero y, quien llega a hacerlo, dispone de una idea general sobre ciertos proyectos productivos, pero no posee asesoría para materializarlos.
Otro de los puntos es que los dos migrantes llegaron en épocas distintas, y Zannikos, se casó con una puertorriqueña, lo cual le abrió las puertas para que obtuviera la ciudadanía estadunidense.
Los contrastes entre un polvoriento pueblo y la Gran Manzana
DePalma describe en su reportaje a Huamuxtitlán como un "polvoriento pueblo". Este municipio se localiza en la región de La Montaña (la zona más pobre del estado de Guerrero); limita al norte con Xochihuehuetlán; al sur con Alpoyeca; al este con Oaxaca y al oeste con el municipio de Cualac. Su economía se basa principalmente en la agricultura y la ganadería; "ahora lo que funciona es el ganado de engorda", dicen sus pobladores.
Los habitantes de Huamuxtitlán tienen contacto comercial, social y cultural tanto con el estado de Puebla como con el de Oaxaca.
Es un pueblo que a lo lejos se vislumbra solitario, no muy polvoriento como lo menciona DePalma, pero sí abandonado.
Al centro de la comunidad destaca una pirámide sin alguna placa que muestre su nombre y rodeada de malla ciclónica; en el resto del pueblo las casas de adobe contrastan con pequeños edificios o casas de arquetipo urbano.
Las calles, aunque pavimentadas, tienen una capa ligera de tierra sobre ellas. La propaganda de algunos políticos pegada en postes y bardas hace ver más deprimente el desolado paisaje.
El abandono ha sido tal que el hospital funciona con ciertas dificultades, y el Ayuntamiento no cuenta con datos que den muestra de la cantidad de huamuxtitlecos que han abandonado el municipio para partir a Estados Unidos.
Los efectos de la migración en Huamuxtitlán no sólo se distinguen en el soporte que los migrantes dan a sus familiares para que construyan sus casas de "material"; en las aportaciones que hacen para fiestas tradicionales; en la contribución a la reducción de la pobreza, o en el subsidio que dan a los campos de esa región, sino también se vislumbra en los cambios sociales que trae consigo este fenómeno, uno de ellos son los cholos (chavos banda), jóvenes nativos de Huamuxtitlán quienes de pequeños emigraron con sus padres y han regresado de Nueva York u otras ciudades de ese país, y quienes regresan con nuevas formas de comportamiento juvenil, vestimenta (pantalones y camisas holgadas) e intentan crear una identidad a partir de la violencia, y por qué no, del racismo.
La casa donde alguna vez habitó Juan Manuel Peralta es de bloques de arena y cemento color verde pistache. Modestamente techada con loza de concreto, mide cerca de 8 por 10 metros. A la entrada una puertita de madera antecede a una puerta azul de metal.
Adentro se observan un altero de sillas de plástico y tiras para decorar salones de fiestas. Varias fotografías enmarcadas (donde posan los cuñados, cuñadas y sobrinas de Juan Manuel que se han casado y cumplido 15 años respectivamente), decoran la humilde sala.
De ese pobre y "polvoriento pueblo" salió Juan Manuel Peralta, rumbo a Nueva York, la ciudad más poblada de Estados Unidos, y la segunda más poblada de Norteamérica, después de la ciudad de México.
Ubicada en la costa noreste de Estados Unidos, es el centro financiero de ese país, sede de la Bolsa de Valores de Nueva York. La industria financiera tiene su base en la calle Wall Street ubicada en el Bajo Manhattan. La industria de la moda en Estados Unidos también tiene su base en Nueva York. Gran cantidad de editores literarios, tiene su sede allí.
Es una ciudad internacional debido a la gran afluencia de inmigrantes. Sólo Los Ángeles la supera en este apartado.
Cuando uno camina por las calles de Nueva York puede encontrar a gente de todo el mundo: alemanes, griegos, irlandeses, italianos, chinos, coreanos, puertorriqueños, africanos, judíos, mexicanos, etc.
Su fama le da el título de capital mundial, y como corroborando esa credencial, las Naciones Unidas tienen su sede en ella. A partir de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 es la ciudad más vigilada del mundo.
El cuarto de 2.7 por 2.7 metros en un apartamento de Queens que comparte Juan Manuel Peralta con otros nueve mexicanos de tres familias, con quienes comparte el baño, no se compara con la casa en que vivía en Huamuxtitlán.
Aquí, tiene que pagar 500 dólares, cerca de 6 mil pesos, mensuales.
Cuenta con una litera, un colchón que recarga contra la pared, televisor y artículos de clase media (como un teléfono móvil y un reproductor DVD).
No olvida sus raíces religiosas, pues en una de sus paredes cuenta con un improvisado altar en honor a la virgen de Guadalupe.
La partida de Juan Manuel Peralta
Inocencio Peralta, padre de Juan Manuel, de 57 años; nativo de Xochititlamapa, Guerrero, se dedica a la albañilería, o como él lo dice "haciendo casitas"; en su juventud quiso emigrar a Estados Unidos, pero no lo logró. Aún no tenía familiares allá.
Define su carácter en dos palabras: "medio así", refiriéndose a que su forma de ser no le ha permitido convivir plenamente con sus hijos. Nunca juega. Nunca chancea con ellos. Al preguntarle si le gusta la vida en Huamuxtitlán contesta que no le queda otra, "aunque no me guste ya estoy aquí. Yo no voy a Nueva York a menos que tenga papeles", dice.
Inocencio es un hombre que actúa con naturaleza y sin poses, admite que le causa orgullo que su hijo haya salido en el New York Times y, por su misma naturaleza, la dimensión del suceso no es algo que tenga que gritarlo a los cuatro vientos: "No le he dicho a la gente que mi hijo salió en los periódicos. Si fuera yo otra persona, sí, tal vez".
Después de almorzar ocho picaditas comenta cómo y por qué fue la partida de su hijo:
"Mi hijo siempre tuvo la inquietud de irse al otro lado. Después de los 12 ó 14 años Juan Manuel se fue a trabajar con un talachero. Terminó la secundaria y el CBTA, sólo estudió… —intenta recordar; una pausa e interviene su esposa: 'cuatro meses'. Como al año me dijo: 'yo me voy para allá'. ¿Pero con qué dinero?, le dije. Y me dijo: 'Pues consígueme, yo quiero irme para allá'—las palabras del hijo las repite en un tono enérgico como si fuese una orden.
A Inocencio Peralta le costó conseguir el dinero para su primogénito; fue con sus parientes. Le negaron el préstamo. Le prestaban al 20 por ciento sólo si el dinero era para él, y no para su hijo. Lo recuerda amargamente: "Tengo unos familiares que, desde esa fecha, no les quiero ni hablar. Yo soy pobre. Esta camisa está limpia —se agarra su camisa que está un tanto desgastada y sucia por el trabajo—, me gusta vestirme como la peor gente. Soy muy humilde. Entonces fui con esas personas, y me dijeron: 'No, a tu hijo no le presto dinero, si tú te vas sí, pero, a tu hijo no. Aquí se van y se olvidan y ya no pagan'. Le dije que le pagaría y que respondería por mi hijo. Me dijeron que regresara, pero no, no regresé. Al final me los prestó una tía, sin ningún interés", afirma Inocencio.
Con el préstamo, mil doscientos pesos, en 1990 partió el mayor de sus nueve hijos, Juan Manuel —tres hombres y seis mujeres; los tres hombres actualmente están en Estados Unidos y una mujer.
— En el artículo se menciona que Juan Manuel llegó a Nueva York con un tío. ¿Este tío es familiar de usted?
— Es hermano de mi esposa —contesta Inocencio.
— ¿Cuánto tiempo llevaba su cuñado allá?
— Dos años. Cerca de dos años.
Y así fue, Peralta cruzó la frontera ilegalmente y llegó a casa de su tío. No trabajó durante varias semanas; tiempo después comenzó a laborar en la panadería donde trabajaba su pariente. Continuó en el trabajo, pero se daba cuenta de que no le alcanzaría para pagar la deuda que había adquirido por parte de su padre, así que tomó un segundo trabajo haciendo entregas nocturnas para un restaurante de Manhattan.
Recordaba las palabras de su padre: "Si te quieres ir fíjate lo que vas a hacer. Ya estás grande, ya tienes 18 años. Estas cosas son delicadas. Me gusta que mi palabra se respete. Lo que te encargo es que pagues el dinero que te prestaron y de ahí para el real si quieres mandar es cosa tuya. No me quedes mal". Y así fue, al mes mandó la mitad del dinero y a los 8 meses mandó el resto.
"Peralta dejó el restaurante", afirma el reportero del Times, "brevemente abrió los ojos sobre lo fácil que era hacer dinero en Nueva York. Había restaurantes en todas partes, y trabajo para hacer entregas, lavar platos y limpiar mesas. Saltó de un trabajo en otro y en 1995, ansioso de lucir su nuevo éxito, volvió a México con los bolsillos llenos de dinero".
Ida y vuelta
DePalma indica en su reporte que para cuando Juan Manuel tenía 25 años, misma edad que cuando se casó John Zannikos, se acabaron las similitudes entre ellos. Efectivamente se terminaron ya que Peralta no se olvidó de sus padres. A los cinco años decidió volver a Huamuxtitlán. Lo que no hizo Zannikos, pues nunca regresó a Grecia.
"La gente pensaba que como estaba volviendo del norte, yo sería tan rico que gastaría mi dinero repartiéndolo" —comentó Peralta a DePalma. Y no era para menos, pues su salario en Nueva York dejaba por mucho a los 10 mil pesos que hubiese ganado al año en Guerrero.
Fue entonces que conoció a Matilde y se hicieron novios. Regresó a Nueva York y al año volvió a Huamuxtitlán para casarse.
Juan Manuel dijo a su padre: "Yo nada más vine porque me quiero casar". Con algunas dificultades económicas se casó en marzo. Tuvo que vender un pequeño terreno que era parte de la herencia de su padre.
Retornó a Nueva York, ahora con su esposa. Nuevamente cruzó la frontera ilegalmente. Su primer hijo, Anthony, nació en 1996. Ahora tenía que trabajar el doble, fue entonces que, en 1999, consiguió un trabajo en 3 Guys.
Su familia creció. Su esposa Matilde limpiaba casas, hasta que tuvo a su segundo hijo, Heidi, que nació hace cuatro años.
Juan Manuel Peralta tuvo que dejar el restaurante 3 Guys por un conflicto ocasionado por sus compañeros de trabajo y la acusación de seis de ellos —incluyendo Peralta— contra John Zannikos.
La demanda ante el Restaurant Opportunities Center, un grupo de derechos laborales, hizo que la amistad entre él y Zannikos se quebrara.
Según el Times Peralta se unió al grupo a regañadientes ya que tenía miedo de que si los patrones lo descubrían, ya no le ayudarían a sacar sus papeles de inmigración. El grupo laboral prometió que los patrones no se enterarían nunca.
Juan Manuel Peralta, un guerrerense nativo de Huamuxtitlán y radicado en Nueva York, nunca imaginó que el 26 de mayo de 2005, el New York Times —considerado el diario más influyente e importante de Estados Unidos—, le dedicara un extenso reportaje; mucho menos que éste fuese la nota principal de ese día.
El reportaje titulado 15 Years on the Bottom Rung—15 años en el peldaño de abajo—, escrito por Anthony DePalma, da cuenta de las diferencias que existen entre los migrantes europeos y los latinoamericanos, los compara al extremo, y trata de comprobar que los mexicanos que radican en Estados Unidos no podrán ascender social y económicamente. Es decir que los mexicanos tienden a quedarse varados en lo que califica como "una subclase permanente entre los no—calificados y los sin educación".
Peralta no tenía idea de que sería escogido para ser una especie de conejillo de indias para el reportero del Times; la probabilidad era casi imposible ya que habita en una ciudad que tiene el número más alto de inmigrantes extranjeros: casi 3 millones de poco más de 8 millones. Además de que según cifras del censo estadunidense del 2000, habitaban 186 mil 872 mexicanos en Nueva Cork, aunque se calcula que el número actual es mucho más alto pues el Consulado Mexicano en Nueva York ha emitido más de 500 mil Matrículas Consulares (credencial que identifican al portador como ciudadano mexicano en el extranjero) desde 2001.
Un oaxaqueño y otro guerrerense de Zihuatanejo quedaron en la lista de espera y en su lugar entró Juan Manuel Peralta, quien tuvo la fortuna de que su fotografía apareciera en la portada del Times en casi todo el mundo.
El experimento
Según el reporte del Times Juan Manuel Peralta y John Zannikos —el primero, mexicano, cocinero del 3 Guys (un restaurante que la guía Zagat llamara alguna vez "la cafetería más cara de Nueva York"), y el segundo, griego, uno de los tres propietarios del mismo restaurante—, llegaron a Nueva York, con las mismas probabilidades de superación.
El reportero describe a Juan Manuel Peralta como el migrante que no logró hacer realidad el sueño americano.
"Peralta llegó a Nueva York 40 años después que Zannikos, los dos compartían inicios extraordinariamente similares. Llegaron a la misma edad a la misma sección de la ciudad de Nueva York, sin documentos legales y sin hablar más que unas palabras de inglés. Los dos soñaban con una vida mejor. Pero enormes cambios en la economía y en las actitudes hacia los inmigrantes hacen menos probable que Peralta y sus hijos pasen por la misma movilidad ascendente que Zannikos y su familia", escribió Anthony DePalma. Lo que le hizo falta a DePalma fue mencionar que John en español también significa Juan.
DePalma afirma que los mexicanos actualmente están descubriendo que el sueño americano es mucho más elusivo de lo que fue para Zannikos, y que corren el riesgo de estancarse en una subclase permanente entre los pobres, los no—calificados y los sin educación.
La hipótesis de DePalma es que el flujo migratorio es "un problema por sí mismo". Es decir, hay una creciente ola de trabajadores, lo cual significa que los sueldos irán a la baja, y "si alguien avanza, otro —o quizás dos o tres— ocuparán su lugar.
Los griegos no han llegado nunca en grandes números a Estados Unidos —el censo de 2000 contó 29 mil 805 neoyorquinos nacidos en Grecia—, pero tendieron a asentarse en unas pocas áreas, como la sección de Astoria, de Queens, que se transformaron en comunidades unidas dispuestas a ayudar a los recién llegados.
Pero lo que no se menciona en el reporte del Times es que no sólo la gran afluencia de mexicanos que llegan a Nueva York tiene que ver con que la mayoría de ellos no pueda alcanzar un desarrollo económico admirable, pues generalmente los migrantes mexicanos no rompen el vínculo con sus familias y envía remesas que oscilan entre los 300 y 500 dólares mensuales (no es el caso de Peralta, quien cada mes o dos meses manda sólo de ..:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" />50 a 100 dólares), lo cual les genera un desgaste económico.
Inocencio Peralta, padre de Juan Manuel, sin saberlo da otra pauta para analizar el caso.
Según él, su hijo desde que vivió en Guerrero no supo administrar su dinero. Ése es el caso de muchos mexicanos que viven en Estados Unidos, que no tienden a ahorrar dinero y, quien llega a hacerlo, dispone de una idea general sobre ciertos proyectos productivos, pero no posee asesoría para materializarlos.
Otro de los puntos es que los dos migrantes llegaron en épocas distintas, y Zannikos, se casó con una puertorriqueña, lo cual le abrió las puertas para que obtuviera la ciudadanía estadunidense.
Los contrastes entre un polvoriento pueblo y la Gran Manzana
DePalma describe en su reportaje a Huamuxtitlán como un "polvoriento pueblo". Este municipio se localiza en la región de La Montaña (la zona más pobre del estado de Guerrero); limita al norte con Xochihuehuetlán; al sur con Alpoyeca; al este con Oaxaca y al oeste con el municipio de Cualac. Su economía se basa principalmente en la agricultura y la ganadería; "ahora lo que funciona es el ganado de engorda", dicen sus pobladores.
Los habitantes de Huamuxtitlán tienen contacto comercial, social y cultural tanto con el estado de Puebla como con el de Oaxaca.
Es un pueblo que a lo lejos se vislumbra solitario, no muy polvoriento como lo menciona DePalma, pero sí abandonado.
Al centro de la comunidad destaca una pirámide sin alguna placa que muestre su nombre y rodeada de malla ciclónica; en el resto del pueblo las casas de adobe contrastan con pequeños edificios o casas de arquetipo urbano.
Las calles, aunque pavimentadas, tienen una capa ligera de tierra sobre ellas. La propaganda de algunos políticos pegada en postes y bardas hace ver más deprimente el desolado paisaje.
El abandono ha sido tal que el hospital funciona con ciertas dificultades, y el Ayuntamiento no cuenta con datos que den muestra de la cantidad de huamuxtitlecos que han abandonado el municipio para partir a Estados Unidos.
Los efectos de la migración en Huamuxtitlán no sólo se distinguen en el soporte que los migrantes dan a sus familiares para que construyan sus casas de "material"; en las aportaciones que hacen para fiestas tradicionales; en la contribución a la reducción de la pobreza, o en el subsidio que dan a los campos de esa región, sino también se vislumbra en los cambios sociales que trae consigo este fenómeno, uno de ellos son los cholos (chavos banda), jóvenes nativos de Huamuxtitlán quienes de pequeños emigraron con sus padres y han regresado de Nueva York u otras ciudades de ese país, y quienes regresan con nuevas formas de comportamiento juvenil, vestimenta (pantalones y camisas holgadas) e intentan crear una identidad a partir de la violencia, y por qué no, del racismo.
La casa donde alguna vez habitó Juan Manuel Peralta es de bloques de arena y cemento color verde pistache. Modestamente techada con loza de concreto, mide cerca de 8 por 10 metros. A la entrada una puertita de madera antecede a una puerta azul de metal.
Adentro se observan un altero de sillas de plástico y tiras para decorar salones de fiestas. Varias fotografías enmarcadas (donde posan los cuñados, cuñadas y sobrinas de Juan Manuel que se han casado y cumplido 15 años respectivamente), decoran la humilde sala.
De ese pobre y "polvoriento pueblo" salió Juan Manuel Peralta, rumbo a Nueva York, la ciudad más poblada de Estados Unidos, y la segunda más poblada de Norteamérica, después de la ciudad de México.
Ubicada en la costa noreste de Estados Unidos, es el centro financiero de ese país, sede de la Bolsa de Valores de Nueva York. La industria financiera tiene su base en la calle Wall Street ubicada en el Bajo Manhattan. La industria de la moda en Estados Unidos también tiene su base en Nueva York. Gran cantidad de editores literarios, tiene su sede allí.
Es una ciudad internacional debido a la gran afluencia de inmigrantes. Sólo Los Ángeles la supera en este apartado.
Cuando uno camina por las calles de Nueva York puede encontrar a gente de todo el mundo: alemanes, griegos, irlandeses, italianos, chinos, coreanos, puertorriqueños, africanos, judíos, mexicanos, etc.
Su fama le da el título de capital mundial, y como corroborando esa credencial, las Naciones Unidas tienen su sede en ella. A partir de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 es la ciudad más vigilada del mundo.
El cuarto de 2.7 por 2.7 metros en un apartamento de Queens que comparte Juan Manuel Peralta con otros nueve mexicanos de tres familias, con quienes comparte el baño, no se compara con la casa en que vivía en Huamuxtitlán.
Aquí, tiene que pagar 500 dólares, cerca de 6 mil pesos, mensuales.
Cuenta con una litera, un colchón que recarga contra la pared, televisor y artículos de clase media (como un teléfono móvil y un reproductor DVD).
No olvida sus raíces religiosas, pues en una de sus paredes cuenta con un improvisado altar en honor a la virgen de Guadalupe.
La partida de Juan Manuel Peralta
Inocencio Peralta, padre de Juan Manuel, de 57 años; nativo de Xochititlamapa, Guerrero, se dedica a la albañilería, o como él lo dice "haciendo casitas"; en su juventud quiso emigrar a Estados Unidos, pero no lo logró. Aún no tenía familiares allá.
Define su carácter en dos palabras: "medio así", refiriéndose a que su forma de ser no le ha permitido convivir plenamente con sus hijos. Nunca juega. Nunca chancea con ellos. Al preguntarle si le gusta la vida en Huamuxtitlán contesta que no le queda otra, "aunque no me guste ya estoy aquí. Yo no voy a Nueva York a menos que tenga papeles", dice.
Inocencio es un hombre que actúa con naturaleza y sin poses, admite que le causa orgullo que su hijo haya salido en el New York Times y, por su misma naturaleza, la dimensión del suceso no es algo que tenga que gritarlo a los cuatro vientos: "No le he dicho a la gente que mi hijo salió en los periódicos. Si fuera yo otra persona, sí, tal vez".
Después de almorzar ocho picaditas comenta cómo y por qué fue la partida de su hijo:
"Mi hijo siempre tuvo la inquietud de irse al otro lado. Después de los 12 ó 14 años Juan Manuel se fue a trabajar con un talachero. Terminó la secundaria y el CBTA, sólo estudió… —intenta recordar; una pausa e interviene su esposa: 'cuatro meses'. Como al año me dijo: 'yo me voy para allá'. ¿Pero con qué dinero?, le dije. Y me dijo: 'Pues consígueme, yo quiero irme para allá'—las palabras del hijo las repite en un tono enérgico como si fuese una orden.
A Inocencio Peralta le costó conseguir el dinero para su primogénito; fue con sus parientes. Le negaron el préstamo. Le prestaban al 20 por ciento sólo si el dinero era para él, y no para su hijo. Lo recuerda amargamente: "Tengo unos familiares que, desde esa fecha, no les quiero ni hablar. Yo soy pobre. Esta camisa está limpia —se agarra su camisa que está un tanto desgastada y sucia por el trabajo—, me gusta vestirme como la peor gente. Soy muy humilde. Entonces fui con esas personas, y me dijeron: 'No, a tu hijo no le presto dinero, si tú te vas sí, pero, a tu hijo no. Aquí se van y se olvidan y ya no pagan'. Le dije que le pagaría y que respondería por mi hijo. Me dijeron que regresara, pero no, no regresé. Al final me los prestó una tía, sin ningún interés", afirma Inocencio.
Con el préstamo, mil doscientos pesos, en 1990 partió el mayor de sus nueve hijos, Juan Manuel —tres hombres y seis mujeres; los tres hombres actualmente están en Estados Unidos y una mujer.
— En el artículo se menciona que Juan Manuel llegó a Nueva York con un tío. ¿Este tío es familiar de usted?
— Es hermano de mi esposa —contesta Inocencio.
— ¿Cuánto tiempo llevaba su cuñado allá?
— Dos años. Cerca de dos años.
Y así fue, Peralta cruzó la frontera ilegalmente y llegó a casa de su tío. No trabajó durante varias semanas; tiempo después comenzó a laborar en la panadería donde trabajaba su pariente. Continuó en el trabajo, pero se daba cuenta de que no le alcanzaría para pagar la deuda que había adquirido por parte de su padre, así que tomó un segundo trabajo haciendo entregas nocturnas para un restaurante de Manhattan.
Recordaba las palabras de su padre: "Si te quieres ir fíjate lo que vas a hacer. Ya estás grande, ya tienes 18 años. Estas cosas son delicadas. Me gusta que mi palabra se respete. Lo que te encargo es que pagues el dinero que te prestaron y de ahí para el real si quieres mandar es cosa tuya. No me quedes mal". Y así fue, al mes mandó la mitad del dinero y a los 8 meses mandó el resto.
"Peralta dejó el restaurante", afirma el reportero del Times, "brevemente abrió los ojos sobre lo fácil que era hacer dinero en Nueva York. Había restaurantes en todas partes, y trabajo para hacer entregas, lavar platos y limpiar mesas. Saltó de un trabajo en otro y en 1995, ansioso de lucir su nuevo éxito, volvió a México con los bolsillos llenos de dinero".
Ida y vuelta
DePalma indica en su reporte que para cuando Juan Manuel tenía 25 años, misma edad que cuando se casó John Zannikos, se acabaron las similitudes entre ellos. Efectivamente se terminaron ya que Peralta no se olvidó de sus padres. A los cinco años decidió volver a Huamuxtitlán. Lo que no hizo Zannikos, pues nunca regresó a Grecia.
"La gente pensaba que como estaba volviendo del norte, yo sería tan rico que gastaría mi dinero repartiéndolo" —comentó Peralta a DePalma. Y no era para menos, pues su salario en Nueva York dejaba por mucho a los 10 mil pesos que hubiese ganado al año en Guerrero.
Fue entonces que conoció a Matilde y se hicieron novios. Regresó a Nueva York y al año volvió a Huamuxtitlán para casarse.
Juan Manuel dijo a su padre: "Yo nada más vine porque me quiero casar". Con algunas dificultades económicas se casó en marzo. Tuvo que vender un pequeño terreno que era parte de la herencia de su padre.
Retornó a Nueva York, ahora con su esposa. Nuevamente cruzó la frontera ilegalmente. Su primer hijo, Anthony, nació en 1996. Ahora tenía que trabajar el doble, fue entonces que, en 1999, consiguió un trabajo en 3 Guys.
Su familia creció. Su esposa Matilde limpiaba casas, hasta que tuvo a su segundo hijo, Heidi, que nació hace cuatro años.
Juan Manuel Peralta tuvo que dejar el restaurante 3 Guys por un conflicto ocasionado por sus compañeros de trabajo y la acusación de seis de ellos —incluyendo Peralta— contra John Zannikos.
La demanda ante el Restaurant Opportunities Center, un grupo de derechos laborales, hizo que la amistad entre él y Zannikos se quebrara.
Según el Times Peralta se unió al grupo a regañadientes ya que tenía miedo de que si los patrones lo descubrían, ya no le ayudarían a sacar sus papeles de inmigración. El grupo laboral prometió que los patrones no se enterarían nunca.
Sin embargo, los socios del 3 Guys sospechaban que Peralta se había unido al grupo laboral; empezaron a criticar injustamente su trabajo y redujeron su horario laboral.
Después de que se dañara un tobillo jugando futbol, le dijeron que se marchara a casa hasta que estuviera mejor. Cuando Peralta volvió al trabajo, dos semanas más tarde, fue despedido.
Posteriormente, después de ir de un trabajo a otro, Peralta pudo encontrar empleo como parrillero en otro restaurante griego. El salario y el menú es más o menos el mismo que en el 3 Guys.
Juan Manuel continúa viviendo en Nueva York, trabaja para intentar cumplir su sueño y que sus hijos puedan obtener una mejor educación y quizá alcance el sueño americano o una nueva clase social. Estará mejor allá que en Guerrero. Eso es lo único de lo que está seguro.
Su padre espera que algún día su hijo regrese. Inocencio suspira. Una muestra de nostalgia se dibuja en su arrugada cara mientras recuerda a su primogénito y dice: "Sí, me gustaría que regresara". Sin embargo, trata de ocultar sus sentimientos; se levanta e indica: "Me tengo que ir a trabajar, aquí no hay de otra".
Después de que se dañara un tobillo jugando futbol, le dijeron que se marchara a casa hasta que estuviera mejor. Cuando Peralta volvió al trabajo, dos semanas más tarde, fue despedido.
Posteriormente, después de ir de un trabajo a otro, Peralta pudo encontrar empleo como parrillero en otro restaurante griego. El salario y el menú es más o menos el mismo que en el 3 Guys.
Juan Manuel continúa viviendo en Nueva York, trabaja para intentar cumplir su sueño y que sus hijos puedan obtener una mejor educación y quizá alcance el sueño americano o una nueva clase social. Estará mejor allá que en Guerrero. Eso es lo único de lo que está seguro.
Su padre espera que algún día su hijo regrese. Inocencio suspira. Una muestra de nostalgia se dibuja en su arrugada cara mientras recuerda a su primogénito y dice: "Sí, me gustaría que regresara". Sin embargo, trata de ocultar sus sentimientos; se levanta e indica: "Me tengo que ir a trabajar, aquí no hay de otra".
1 comentario:
Bien lástima que el gobernador no le tome a usted en cuenta. FELICIDADES JOVEN
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