martes, 21 de agosto de 2007

Vivimos casi en la esclavitud: sanmarqueños en Atlanta

Primera parte
MARCO ANTONIO MONGE ARÉVALO
ATLANTA, GEORGIA. Sus miradas tienen una pizca de alegría. Están juntos, reunidos, no todos, los suficientes para sentirse como en su “rancho”, para que el sonido de sus palabras (en su idioma) con ese acento característico que los identifica, acaricie sus tímpanos.
Sentados, parados, caminando de aquí allá, cerca de 25 sanmarqueños se disponen a esperar a que la olla de pozole hirviendo se enfríe un poco para degustarlo. El pequeño apartamento de arquetipo norteamericano es testigo mudo del pequeño nuevo mundo que se genera cuando los oriundos de San Marcos se encuentran.
Pero toda su felicidad se transforma en preocupación al recordar que las leyes del estado de Georgia han cambiado, y que se encuentran desprotegidos, sin documentos y con un pie fuera del país que los desprecia, pero que ellos “quieren” pues les da lo que no encuentran en el suyo: empleo.
Sus vidas cambiaron de manera dramática en los últimos dos meses, pues desde el primero de junio de este año entró en vigor la ley SB529 que restringe los servicios y posibilidad de empleo a indocumentados en ese estado. La legislación es conocida como “Ley de Seguridad y Cumplimiento de Leyes de Inmigración de Georgia”.
La medida restringe el acceso de los indocumentados a la educación y salud pública, una vez que lleguen a cumplir los 18 años de edad; establece también el cobro de un impuesto de 5 por ciento sobre las remesas que envíen a sus países de origen.
La ley castiga, también, a los contratistas que no verifiquen la documentación de sus obreros, ya que todos los empleados deben demostrar que se habitan de manera legal en Estados Unidos.
Como otros sanmarqueños, Carlos Cortés, quien lleva 13 años en Atlanta, afirma que se siente indefenso pues lo podrían deportar y sus hijas (nacidas en Atlanta) quedarían desprotegidas: “Me he preparado para eso y si llega a suceder, mis hijas no se quedan aquí, yo veré cómo se van conmigo, porque no quiero que se queden en un albergue”.
–Si estas leyes son duras para ustedes ¿estarían dispuestos a emigrar a otros estados de la Unión Americana o regresarían a Guerrero?
–Tengo muchos años en este estado, tengo mi familia, trabajo, prácticamente me dolería dejarlo, no tengo como punto de salida otro estado.
Cortés muestra resignación ante el hecho: “tenemos que mejorar nuestra actitud, no podemos tomar y manejar, tendremos que andar con cuidado; adaptarnos a su cultura, pero sin perder nuestra identidad. Estaríamos dispuestos a hacernos ciudadanos de este país, por los beneficios incalculables, no te imaginas las mejoras que tiene un ciudadano norteamericano comparado con un indocumentado. Prácticamente, y son palabras fuertes, estamos borrados”.
Su paisano René Moreno, indica: “es difícil tomar la decisión de irme a otro estado porque sería como empezar de cero, de alguna forma uno tiene años aquí y estás adaptado a la ciudad, pero así como se te abrieron las puertas aquí, igual podrá ser en otro. Te tomará unos años, pero con ganas de trabajar te iría bien”.
Y precisa: “aquí hay una rutina, del trabajo a la casa, de la casa al trabajo, como segunda opción sería mi país, a donde podría regresar”.
Con respecto a las nuevas normas, el presidente de Clubes de Sanmarqueños Radicados en Atlanta, Carlos Villanueva critica la ley y la considera “muy despectiva porque hay un sentimiento de temor y nos priva de muchas cosas como obtener una licencia de manejo o solicitar placas de vehículos para ir al trabajo; es una ley que nos limita a tener acceso a la salud, anteriormente podíamos ir a un hospital, nos atendían y pagábamos después, ahora es diferente, si llevas dinero te curan si no, tienes que ir a otro lado. Claro que en caso de emergencia te curan todavía. Sentimos que ahora la gente está preocupada. Aquí vivimos cercanos a la esclavitud, esclavitud disfrazada de bienestar. Nuestros derechos son limitados. Somos vulnerables y no tenemos más que trabajar.
–¿Puedes decir que Georgia se ha vuelto un estado antiemigrante?
–Sí, porque el gobernador y algunos grupos de gente, blanca principalmente, han tenido una actitud discriminatoria.
La ley 529 ha causado intranquilidad entre la comunidad sanmarqueña, pues autoriza a la policía estatal verificar la nacionalidad y el estatus legal de cualquier persona sin haber cometido un crimen y presentarla a migración, o si son aprehendidos por delitos menores como manejar sin licencia.
–Los gobiernos de Guerrero y México saben de esta situación. ¿Se han acercado a ustedes?
–No, nosotros nos damos cuenta que a través de los medios de comunicación ellos dicen que tienen contacto con nosotros, cosa que no es cierto. Sabemos que Gloria Sierra (secretaria de Desarrollo Social en Guerrero) dice que ha tenido contacto con los guerrerenses, pero la verdad no es cierto. Nosotros somos una comunidad importante en Georgia y no hemos tenido notificación de que estarán con nosotros. Ni siquiera en el Consulado Mexicano los conocen.
Dos ciudades un mismo sentir

Atlanta es la capital del estado de Georgia en Estados Unidos; cuenta con una población de 4 millones 112 mil 198 habitantes: 61,39 por ciento negros, 33,22 por ciento blancos, 4,49 por ciento latinos, 1,93 por ciento asiáticos, 1,24 por ciento mestizos, 0,18 por ciento amerindios, 0,04 por ciento oceánicos, 1,99 por ciento otras razas.
La ciudad, que en 1996 organizó los Juegos Olímpicos, es el centro de negocios y la sede de cientos de corporaciones como Coca-Cola o la empresa de noticias CNN; además cuna del reverendo Martin Luther King, activista de los derechos civiles.

Los veranos en Atlanta son calurosos; los inviernos fríos, las nevadas alcanzan unos 5 cm.
San Marcos se encuentra situado a en la región de la Costa Chica, de Guerrero, y de acuerdo al II Conteo de Población y Vivienda en el 2005, el municipio cuenta con 44 mil 959 habitantes.
San Marcos es muy conocido por la canción La San Marqueña, compuesta por el sacerdote Emilio Vázquez Jiménez.
Son ciudades con muchos contrastes, los más grandes son sus economías y arquitecturas: en Atlanta sobresalen los rascacielos, las grandes carreteras y un mega aeropuerto; mientras que en San Marcos las viviendas son de adobe, concreto y madera, aunque a raíz del envío de las remesas de quienes trabajan en Atlanta ha habido un pequeño incremento en la construcción de casas de concreto y tabique.
Sin embargo, San Marcos y Atlanta tienen orígenes poblacionales muy similares: raíces de tribus indígenas, sufrieron invasiones (española, la primera y tropas estadounidenses, la segunda), los habitantes de estas ciudades en su mayoría son de color, pues en Atlanta hay estadounidenses que provienen de negros traídos de África para trabajar como esclavos, y en San Marcos los españoles trajeron, al igual como esclavos, a nativos de África y el Caribe.


Sanmarqueños en números
No existen datos exactos de la cantidad de guerrerenses que radican en Atlanta; sin embargo, datos recabados por el Consulado de México en Atlanta al momento de expedir Matrículas Consulares de Alta Seguridad (mayo 2007), indican que el 6.30 por ciento de los guerrerenses que vive en Estados Unidos radican en esa ciudad; de allí que si tomamos cifras extraoficiales que indican que entre 950 mil y un millón de paisanos viven en Estados Unidos, se calcula que 59 mil 850 guerrerenses radican en Atlanta, de los cuales cerca de 5 mil son oriundos del municipio de San Marcos, es decir, el 8.9 por ciento de los 44 mil 959 habitantes que reportó el II Conteo de Población y Vivienda en el 2005, en ese municipio.

Sanmarqueños han aprendido a vivir y soñar, entre racismo y bajos salarios en Atlanta

Segunda parte
MARCO ANTONIO MONGE AREVALO

ATLANTA, GEORGIA. En Atlanta los sanmarqueños han aprendido a vivir y soñar, entre racismo, humillaciones, bajos salarios y pocas prestaciones en sus empleos, aún así les da algunas cosas que no los separa de sus raíces, como tiendas que expenden productos mexicanos como “La Sanmarqueña”, cuyo dueño es el nativo de San Marcos José Gálvez Bibiano, o supermercados del guerrerense Jesús Brito, o de coreanos como “El Mercado del Pueblo”.


“Sanmarquitos”



En la región de Lindbergh, Atlanta, se encuentra una zona conocida como “Sanmarquitos”, donde todos los habitantes del complejo habitacional son nativos del municipio de San Marcos; allí se pueden ver a los llamados “esquineros” o “jornaleros”, quienes esperan a que “algún gringo necesite de sus servicios”.
En “Sanmarquitos” se puede disfrutar de unos ricos tacos de cecina en casa del matrimonio Araceli Genchi Miscada y Nicandro Suástegi Avila; o pan estilo San Marcos en el hogar de doña Samira Rosario Díaz. “Todo esto nos hace sentir como en Guerrero”, dicen.


Por qué Atlanta
La expulsión de sanmarqueños hacia la ciudad de Atlanta se debe, principalmente, a la falta de empleo o empleos mal pagados en Guerrero; otros factores que determinan el flujo migratorio de los oriundos de San Marcos son la búsqueda de mejores oportunidades de vida, reunificación familiar o por tradición.
Ejemplo de ello es el caso de Carlos Villanueva Cuevas, quien argumenta que la falta de oportunidades en Guerrero fue lo que lo orilló a emigrar: “si nos quedamos en nuestras comunidades carecemos de lo más preciso y obviamente que no nos permite dar educación a nuestros hijos, venimos acá porque buscamos que nuestros hijos de conviertan en profesionistas, darles educación, vivienda y alimentación”.
A principios el desplazamiento de migrantes sanmarqueños era hacia Chicago –ciudad históricamente preferida por los guerrerenses–; sin embargo, a raíz de que Atlanta es elegida para organizar los Juegos Olímpicos de 1996 requirió mano de obra para construir edificios; en esos años Atlanta lideró la generación de empleos en Estados Unidos y los salarios eran los más altos, por ello muchos emigraron a esa ciudad.
Otro de los puntos importantes es el perfil del migrante: con un nivel cultural más elevado al que emigra a los estados del sur de Estados Unidos, donde trabajan en el campo por cinco dólares la hora, a pleno sol; contrario a estas zonas donde pueden trabajar en una fábrica, hoteles o restaurantes, en mejores condiciones, además la brecha en los salarios es grande. En la construcción, algunos obreros indocumentados pueden ganar dos veces el salario mínimo e incluso más en algunos casos.

Vivienda, educación y salud
En cuanto a la vivienda, la mayoría de sanmarqueños renta apartamentos junto con otros migrantes: amigos, primos, hermanos, esposos e hijos, quienes comparten un departamento de dos recámaras con 10 personas, e incluso un cuarto llegan a ocuparlo cinco personas mientras otros duermen en la sala. “Cuando uno es sólo tiene la oportunidad de acomodarse en cualquier espacio”, dice el sanmarqueño Carlos Villanueva.
Los bajos salarios e impuestos que pagan por concepto de su trabajo y consumo los deja con pocos dólares, así que repartir la renta entre varias personas les permite ahorrar, ya que el costo de renta varía de entre 650 y 750 dólares al mes, sin contar gastos de agua y luz.
En educación hay instituciones que enseñan inglés y computación de manera gratuita; los niños reciben educación pública desde preescolar hasta la preparatoria, independientemente de su situación migratoria. Sin embargo, es difícil que tengan acceso a la educación superior, pues los costos son altísimos. A un indocumentado los estudios universitarios le cuestan como “estudiante extranjero”.
La razón por la que los adultos no continúan sus estudios es que, como ellos mismo dicen, “nos empeñamos en trabajar tiempo completo y no tenemos tiempo para estudiar. El tiempo es oro y no nos permite realizar otras actividades, porque el rato que tenemos libre lo ocupamos para descansar”. La mayoría tienen dos trabajos o a veces uno de 12 a 14 horas.
En cuanto a salud, la nueva ley (SB529) establece la restricción de los servicios de salud a los indocumentados mayores de 18 años. Sin embargo, no anula el derecho de las personas de recibir atención médica en caso de emergencia. “Enfermarse en Estados Unidos tiene un costo demasiado alto”, dicen.

El mercado laboral
A pesar de que Georgia es uno de los estados que “mejor” remunera la mano de obra (6.25 dólares sueldo mínimo, la hora), varían de entre siete, 10, 11, 13 o 15 dólares la hora, dependiendo del tipo de ocupación y de “la estabilidad que tengas en tu empleo”; sin embargo, el exceso de mano de obra ha hecho que en algunos sitios los sueldos sean más bajos, 5.50 dólares por hora.
Empero, estos sueldos son bajos a comparación de lo que puede ganar alguien que tenga sus papeles en regla, que varía de 20, 25 a 40 dólares la hora.



A continuación mencionamos algunas de las actividades que desarrollan los sanmarqueños en Atlanta: construcción, restaurantes (meseros, cocineros, lavaplatos, limpieza, cajeros etcétera), hoteles (limpieza, encargados de área), fábricas, yarda (podadores), encargados de pequeños negocios (carnicerías, tiendas de abarrotes, lavanderías, sobre todo de empresarios mexicanos), y niñeras.
Cabe mencionar que la ley SB529 indica que a partir del primero de enero de 2008 quien quiera conseguir un empleo en el estado, si no tiene un estatus migratorio correcto no podrá conseguirlo.


Organización social

El Club de San Marqueños Radicados en Atlanta surge de la necesidad de dar solución a las adversidades que tiene la comunidad sanmarqueña en Atlanta. Nace en 2003, su presidente es Carlos Villa-nueva Cuevas.
Como todos los clubes de oriundos en Estados Unidos, su principal función es mantener el bienestar de la comunidad sanmarqueña, apoyar a sus paisanos en los problemas que se les presenten, así como la ayuda en la búsqueda de empleo a los migrantes recién llegados a Estados Unidos.
Velan por las demandas de sus paisanos, generan el rescate de valores y la cultura de su municipio.
Su organización les permite, junto con la dirección de Atención a Migrantes, en San Marcos (oficina que brinda apoyos administrativos de gestoría y orientación. Primer municipio que tiene dicha oficina) generar obras de benéfico social en los dos países.
El Club de San Marqueños Radicados en Atlanta fomenta las redes sociales, lleva cabo eventos que permiten el esparcimiento, educación, cultura y deporte; además genera los valores éticos, morales y cívicos de los sanmarqueños, como lo señala su presidente: “acudimos a escuelas y llevamos orientación para los hijos de migrantes, hacemos reuniones para orientar a los jóvenes en diversas cuestiones como drogadicción o consumo de alcohol”.
Sin embargo no tienen edificio propio, lo cual no les permite desarrollar su actividad al máximo. Se reúnen en sus departamentos o rentan locales, por lo cual Villanueva Cuevas ha pedido al gobierno del estado de Guerrero apoyo para la “obtención de un centro comunitario donde haya personas capacitadas para orientar a la población, tener un contacto directo con el Consulado a través de este centro, que serviría para todos los guerrerenses, porque los únicos guerrerenses organizados somos los sanmarqueños, los demás se acercan a nosotros a solicitar apoyo”.

Un dato
Hace años el extinto gobernador de Guerrero, José Francisco Ruiz Massieu, descubrió que las comunidades de migrantes guerrerenses en Estados Unidos eran indispensables para obtener votos por su influencia en sus lugares de origen. De ahí las visitas de distintos candidatos a las principales ciudades estadunidenses.
La importancia de la comunidad sanmarqueña en Atlanta es tal que los entonces candidatos Zeferino Torreblanca y Héctor Astudillo (a gobernador), y Armando Bibiano García (a presidente municipal de San Marcos), hicieron campaña en esa ciudad.

Hasta 16 horas trabajan los sanmarqueños en Atlanta, en oficios aprendidos en su tierra

Tercera y última parte
MARCO ANTONIO MONGE AREVALO

ATLATAN, GEORGIA. Hombres y mujeres trabajan turnos de 12 a 14 horas, o tienen dos trabajos de ocho horas por periodo; otros han recurrido a los oficios que aprendieron en su natal San Marcos, con lo poco que ganan viven, crían a sus hijos y todavía subsidian la economía del estado de Guerrero al enviar sus remesas.
Las jornadas son intensas, apenas hay tiempo de dormir y de ver a sus hijos, pues cuando los hijos se van a la escuela, los padres descansan, y cuando los padres regresan de trabajar los hijos ya están durmiendo.
Mientras, en su pueblo algunos creen que la vida en Estados Unidos es fácil y que el dinero cae como los cocos de las palmeras, o que se consigue tan cómodamente como en un día de pesca.
“Hay gente que te dice la verdad y hay otra que no, muchas te dicen: ‘mira, vamos para allá porque se gana el dinero fácil’, y es todo lo contrario. De entrada, el idioma es distinto al nuestro”.
Estos son testimonios de sanmarqueños que llevan de uno a 10 años viviendo en la ciudad que los mantiene vivos, pero trabajando y pagando impuestos; que les da pequeñas recompensas, pero los mantiene en el olvido y con un pie fuera del país:
Una historia entre millones

El sufrimiento de Concepción de la Cruz Villanueva inició en abril de 2005 cuando por olvido, sus compañeros, que momentos antes habían pulido el piso, no pusieron los señalamientos debidos al no colocar las tapas del aire acondicionado, por lo cual resbaló la escalera en la que mantenía el equilibrio limpiando vidrios. Se lastimó la cintura y se fracturó el pie izquierdo.
La sanmarqueña que emigró en el 2002 a Atlanta para apoyar a su familia trabajando en la limpieza de hoteles y del politécnico de esa ciudad relata que al momento del accidente no fue hospitalizada, sin embargo a raíz de una fuerte fiebre e inflamación en el tobillo le pidió a la contratista que le ayudara con el pago de una “cirugía, comida y un poco de dinero para regresarme a mi país”, pues los médicos le dijeron que había perdido el tendón y que no volverá a caminar con estabilidad. Pero la contratista se negó, por lo cual De la Cruz Villanueva, procedió a demandar a la empresa.
Sentada y con la mirada triste Concepción de la Cruz, de 43 años, tuvo que vivir humillaciones de parte de sus propios paisanos hasta que sus abogados lograron que la empresa le diera un cheque por 149 dólares a la semana, nada para la madre soltera que mantiene a dos hijos.
“Los abogados están peleando la cantidad de 128 mil dólares, pero no logramos llegar a la mediación, apenas el 9 de agosto tengo que ir a la Corte”.
–¿De las autoridades mexicanas y guerrerenses qué apoyos ha tenido?
–Hasta a horita, he pedido apoyos en México, pero aquí nada. Necesito que me apoyen hasta que yo esté bien, voy a estar con ellos allá. Me gustaría donar una parte del dinero que me den. Depende de lo que me den apoyaré a una comunidad. Depende de lo que me den yo estoy con mi país.
–¿Se regresaría a San Marcos?
–Claro que sí, me gustaría que fuera rápido.
–¿Para usted es esencial regresar a México después de que se vino por falta de empleo y que aquí tuvo una oportunidad de trabajo?
–Sí me gustaría, porque si yo tengo un poco para apoyar a mi familia, y por lo de mi accidente no he podido ayudarle.
–¿Qué le diría a las autoridades guerrerenses?
–Les pido que me ayuden a tramitar un permiso para ir y venir en lo que se resuelve mi problema para estar con mi familia. Tengo dos hijos, niña y niño, viven en México.

El esquinero

Diez minutos después de haberse alejado corriendo de la sombra del árbol en que esperaban a que algún un carro se parara y llegaran a un acuerdo en cuanto al costo de la mano de obra, el esquinero (como les llaman en Atlanta por esperar en las equinas a los contratistas) Rodolfo González, originario de Acapulco, accedió a que lo entrevistáramos:
–¿Por qué corrieron cuando llegamos?
–Pues es que luego la policía toma fotos. Llega, te piden identificación y si no tienes cómo demostrar que eres de este país, te puede llevar.
El acapulqueño es calculador y piensa todas sus respuestas, afirma tener 29 años; haber culminado sus estudios en la Preparatoria 17 de la Universidad Autónoma de Guerrero, además de ser carpintero de oficio, pero que desde hace un año que llegó a Atlanta hace todo tipo de trabajos.
–¿Qué fue lo que te motivó a venir para acá?
–Para que no me contaran, y los salarios en Acapulco no alcanzan para nada.
Aunque a decir de ellos mismos su trabajo es mal pagado (10 dólares la hora). “La gente que nos va a contratar llega, sólo hace señas con las manos: dos o tres. Todos se amontonan, has de cuenta como burros, el gabacho dice tres y se avientan siete. Ya para cobrar uno se arregla en el camino. Hay quienes se aprovechan y nos pagan menos”.
Los esquineros son contratados para pintar casas, mudanza, jardinería, construcción, limpia de drenajes y techos de las casas, hasta por hablar: “hay señores de edad que por sólo cargarle la bolsa y que ande platicando con uno, te pagan”, relata.
Rodolfo González llega todos los días a su esquina, desde las 7 de la mañana hasta las 4 u 8 de la noche. “A horita ha habido mucha escasez de trabajo. La policía llega a cada rato y nos corre. Los sábados y viernes es cuando hay más trabajo, especialmente cuando se acerca la renta, a fin de mes” dice.

Pan al estilo San Marcos

La vergüenza se asoma en el semblante de doña Samira Rosario Díaz, la panadera de “Sanmarquitos”, tiene cinco años viviendo en Atlanta; cuenta con 48 años de edad y dice que dejó su tierra por “buscar la manera de salir adelante”.
La oriunda de San Marcos hace pan al estilo de su tierra, lo vende y lo hace en su pequeño departamento, quienes le compran son los sanmarqueños y mexicanos porque dice “son cosas mexicanas, y ya las conocen”.
Empezó vendiendo 50 panes y ahora vende unos 400. Es casada, tiene cuatro nietos nacidos en Atlanta y cuatro hijos sanmarqueños.

De catedrático a migrante
El ex catedrático de la Universidad Autónoma de Guerrero, Gerardo Nava Morales, se apena cuando comenta que sus primeros trabajos en Estados Unidos fueron vender naranjas y cacahuates en California; actualmente trabaja en un taller joyero en Atlanta.
Nava Morales, de 49 años, cuenta que la razón por la que emigró fue porque aún siendo catedrático de la UAG, su sueldo era muy bajo, “y me tocó una situación muy difícil en la UAG; tardamos más de dos años sin cobrar ni un cinco. Yo aguanté un poco porque tenía un taller de joyería, pero no se pudo más”.
–¿Regresaría a México?
–Cómo dice el dicho: como México no hay dos. Me gustaría regresar, pero tenemos que tener un patrimonio para poder vivir allá. He trabajado en el campo allá pero no le dan prioridad. Hay tierras. Los que se hacen ricos y acaparan todo son los intermediarios.
–¿Por qué se vino a Atlanta?
–Porque aquí viven mi sobrino, mi cuñado y mi hijo.


Tacos de cecina en “Sanmarquitos”

Cuando se pasa por el apartamento de la familia Suástegi Avila, se huele México, se huele a unos buenos tacos de cecina y demás antojitos mexicanos.
Nicandro Suástegi Avila y su familia llegaron a Atlanta en 1997; en San Marcos él se dedicaba a administrar un taxi; sin embargo, dice que lo que ganaba allá no se compara con lo que gana en Atlanta: “la verdad allá se gana muy poco, como 500 pesos al día menos gastos que invierte uno, como 350”.
La historia de la venta de tacos y comida estilo San Marcos, en su casa, comienza con la caída de las Torres Gemelas en Nueva York, en 2001, ya que la contratación de mano de obra bajó, así que se les ocurrió vender comida en su casa, a sus vecinos de “Sanmarquitos”.
“Es menos presión, lo que gano es mío y cuando estamos cansados nadie nos presiona de que tenemos que trabajar. Mi esposa trabajaba en limpieza en un hotel y le gustó lo de la comida y ahora sólo vendemos”.
–¿Con las nuevas leyes usted se regresaría a Guerrero?
–Tal vez, porqué ahora es más difícil si no tenemos licencia.

martes, 7 de agosto de 2007

La nueva ola migratoria, guerrerenses en el suroeste de USA


El empleado debe proporcionar al menos dos formas válidas de identificación como licencia de manejo, Carta de Seguro Social, un pasaporte, un certificado de ciudadanía de la oficina de Servicios de Inmigración y Naturalización, una tarjeta de Alien Residente, una tarjeta de residente provisional o una visa de trabajo (Foto: Marco Antonio Mönge Arévalo)

Por Marco Antonio Mönge Arévalo

Quizá hoy mismo esté pisando una alfombra que ha sido hecha por manos guerrerenses, los cuales, han dejado las ciudades fronterizas como California, y Chicago, Illinois al norte de Estados Unidos, para establecerse en las urbes del suroeste como Dalton, Georgia, ciudad conocida como la Capital Mundial de la Alfombra.
La mayoría de mexicanos que vive en Dalton son de Guanajuato, Durango, Guerrero, Chiapas, Michoacán, Jalisco, y Zacatecas. Han decidido emigrar a esta ciudad pequeña del estado de Georgia por la permanencia de los trabajos y porque “no es como en otros estados (de Norteamérica), donde por el frío” deben de dejar de laborar.
Dalton, tiene una población aproximada de 28 mil habitantes, de los cuales casi la mitad son latinos. Está ubicada al sureste de Estados Unidos y a dos horas de Atlanta –capital de Georgia.
Los guerrerense que forman parte de “la nueva ola migratoria” llegan hasta esa ciudad por los mejores salarios, mejor educación y porque la actitud antimigrante es menor. Otras de las causas es que los migrantes desean un mejor modo de vida para sus hijos, y en las pequeñas ciudades sus hijos no se mezclan en las gangs –término inglés que significa banda: de vandalismo.
En este sentido Chicago, Illinois (ciudad preferida por los guerrerenses) ha dejado de ser el punto de referencia entre nuestros paisanos (aunque no ha disminuido el flujo); “ha dejado de ser un fenómeno regional –concentrada en los estados fronterizos y en Chicago— para convertirse en un fenómeno nacional de carácter irreversible” (Alberto Nájar en Masiosare). Es decir, las ciudades fronterizas como California, o Chicago al norte, han pasado a segundo término.
“Los inmigrantes ilegales no se están dispersando al azar. Van detrás de los empleos”, afirma Gordon Hanson, profesor de economía en la Universidad de California en San Diego. Indica que el crecimiento de la población de inmigrantes ilegales es más intenso “en zonas con poblaciones en crecimiento, donde hay más restaurantes, almacenes, construcciones y comercios. Y en zonas donde la manufactura y mano de obra estadounidense está envejeciendo o desapareciendo”, dice.
David norteamericano residente en Dalton indica: “Cuando era niño casi nunca oía hablar en español. Ahora tengo un amigo –guerrerense— que habla español y que me ha ensañado unas cuantas palabras”.
Los gerentes de la industria de la alfombra están aprendiendo el idioma para poder comunicarse con los empleados. De hecho, la mayoría de las fábricas traducen las instrucciones de los materiales de seguridad.
Hay tiendas hispanas a cada dos o tres cuadras, y los alimentos, dicen los guerrerenses, “han mejorando mucho” porque ahora pueden comer productos que originalmente se producen en México.
En Dalton la población latina que demanda educación creció de 100 niños y jóvenes, en 1989, a más de 3 mil en el año 2000, según datos del Georgia Project. En 1997, las escuelas públicas de Dalton fueron las primeras del estado que pusieron en marcha el Proyecto Georgia, una iniciativa para traer a Georgia profesores bilingües de distintas partes de México.

Nada es color de rosa
Aunque los investigadores afirman que en estas ciudades del suroeste, los sueldos son altos, en Dalton, el sueldo promedio, en las fábricas, es de 6 dólares con 30 centavos la hora, y en gran medida las compañías de empleos temporales son las culpables de que los sueldo bajen, ya que mantienen contratos con las fábricas en donde a la compañía que pacta la mano de obra se lleva una parte del sueldo del contratado, y como no exigen papeles legales la mayoría de guerrerenses acuden a estas compañías; además de que estratégicamente atienden en español.
Un 95% de los clientes de estas compañías sólo habla español, y por lo menos una vez por semana rechaza a un solicitante por carecer de identificación emitida por el gobierno de Estados Unidos.
La mayoría de los guerrerenses tiene mayores ingresos económicos que otros inmigrantes en el resto del país. Pero hay otros, que no los tienen: el pago de cada hora laborada es entre 6 y 7 dólares sin descontar los impuestos.
Explica un guerrerense: “La mayoría de los sueldos en esta área es bajo, y se debe a que hay mucha demanda. Todos quieren trabajar, y con tal de no quedarse sin trabajo se alquilan a menor precio. A veces por eso se molestan lo gringos, porque ellos quieren que les paguen buenos sueldo, pero no los contratan porque notros, por la necesidad, tenemos que trabajar hasta por cinco dólares la hora”.
Aunado a esto hay que incluir que no hay transporte público, por lo que los gastos en gasolina son de entre 45 dólares a la semana.
Cuando no están trabajando en las fábricas trabajan en la “yarda” (el jardín) o como ayudantes de construcción o en restaurantes.

Guerrerense en Dalton
Mario Blanco es uno de los pocos guerrerenses que gana más de $10 dólares la hora en esa área; es mecánico automotriz. Trabaja en Acapulco en un taller mecánico; de lunes a sábado ganaba entre $3 mil pesos (aproximadamente $300 dólares) al mes. Al contrario de esto, Mario, en Dalton, gana $11 dólares la hora, trabaja 11 horas al día de lunes a sábado, es decir en 66 horas de trabajo a la semana gana $726 dólares. “Gano más del doble en una semana de lo que ganaba allá en un mes. Lo único difícil es que me tengo que despertar temprano y termino tarde –de las 07.00 a 18.00 horas—, pero que le voy a hacer tengo una familia que mantener”, afirma.
Blanco cruzó la frontera ilegalmente desde hace 5 años. Fue su compadre quien lo invitó y tan pronto supo que el trabajo abundaba, no lo pensó dos veces, y hasta que se estableció se llevó a su esposa e hijos; ella encontró un trabajo de temporada en una fábrica de alfombras.

No papeles: no trabajo
Para los guerrerenses en Dalton encontrar trabajo no es un problema, tan pronto como tienen una identificación –generalmente falsa— los empleadores los contratan.
Mario compró su tarjeta de Seguro Social falsa y su tarjeta verde (green card) falsa por $100 dólares hace cinco años.
Su tarjeta de Seguro Social es de un color azul pálido muestra el emblema de un águila Americana en un color rojo claro detrás de su nombre impreso y su número de Seguro Social. A simple vista parece auténtica y tiene el nombre real de Mario Blanco al igual que su Tarjeta Verde (las Tarjetas Verdes o Tarjetas de Alien Residente, otorgan el permiso a un inmigrante para trabajar y vivir en los Estados Unidos).
La mayoría de los inmigrantes ilegales en Dalton compran papeles falsos en Atlanta. Suelen ir hasta allá en grupo hacen el negocio por correo.
Un guerrerense nos afirmó que él se tomó las fotografías en Dalton y se las envió por correo a un hombre en Atlanta, quien hace identificaciones falsas para inmigrantes.